jueves, 9 de agosto de 2012

Ida Oslo.


Comenzamos:

Madrugón para llegar hasta el aeropuerto de Santiago, con el consiguiente acojone de "me voy a Oslo" y el de "maldito ryanair y el peso y dimensiones de la maleta"

Despedidas a parte, se acerca la hora de que CIERRE la puerta de embarque. El agobio por llegar tarde fue innecesario porque la puerta para embarcar realmente abrió más tarde de la hora a la que estaba planeada el despegue.

Llegamos a Londres, 6 horas de hacer nada, escuchar música, medio dormir, lamentarnos por no tener cartas, apalizar a Sabela al ahorcado y a los ceros...y comprobar que realmente más del 50% de la gente que estaba en el susodicho aeropuerto es española (y se le oye a distancia).

Embarcamos a Oslo, con muchos osleños exaltados que volvían de las olimpiadas, exaltados pero muy amables, muy rubios, muy cachas y muy majos.

¡OSLO!

Tras una hora de autobús, llegamos a la estación. Tomamos un chocolate (la mejor comida del día prácticamente, a parte del bocadillo de chorizo que duró hasta el día de hoy) y un paseillo por el centro (petado gracias a un festival al que probablemente no vayamos). Ya en el metro. Ya en el metro en la dirección correcta, llegamos a Krinjsa sin problema.

Pero todo había ido demasiado bien.

Llegamos al edificio gracias a las indicaciones de un Nordicazo que nos vio excesivamente perdidas. El teléfono del segurata que tiene las llaves de Sabela no está. Llegamos a la puerta (yupi!) y vemos al susodicho segurata, gran segurata por cierto.
Peeeero, no encuentra las llaves, no están, llama a otro compañero a ver si las tiene, y no hay suerte, llama a otro y tampoco, y a otro y otro, y otro, y otro... Todo mientras hablaba con nosotras en inglés, de repente miraba al infinito y soltaba un monosílabo en noruego (claramente llevaba un auricular en la oreja).

La situación no pintaba bien, evidentemente yo no tengo habitación (ni tendré nunca a este paso) y los de la resi, parece ser que se acostumbraron a pasar de mi tan olímpicamente, que se olvidaron de darle al segurata las llaves de la habitación de Sabela (sólo por joderme a mi probablemente).

Era la una de la mañana, hacía frío (a pesar de tener al segurata cerca), y el cansancio de 24 horas de viaje pesaba (aunque menos con el segurata cerca).

¿Y qué será de nosotras? Empezamos a mirar a nuestro alrededor buscando una esquina acogedora, un contenedor amplio...
Pero nuestro querido segurata nos ofrece otra alternativa. (Que podría haber sido mejor, claramente, y más ofreciéndola él).

El mito decía que había un cuchitril donde la gente podía dormir en estos casos. Un gimnasio en desuso. Este mito no era tan mito ya que supuestamente había 5 personas dentro. 
Nuestro Salvador en cuestión nos acompañó a buscar el gimnasio tras darnos la llave del baño y la de la puerta, pero tras dar una vuelta, y otra, y otra, y otra... al conjunto de edificios residenciales (A la 1 y de la mañana, y con dos maletas de ruedas atronando al resto de residentes a nuestras espaldas) el sitio no aparecía. 
Tras varios paseos muy románticos a la luz de la linterna encontramos a varias personas, que extrañamente cada vez que llegábamos se dispersaban o aceleraban el paso para alejarse. Pero nuestro Salvador no se daba por vencido, a cada uno le preguntaba donde estaba el mitológico gimnasio pero nadie lo sabía con exactitud (simplemente sabían que estaba en el bajo de un edificio).

La cosa no pintaba bien, y como se acercaban las 2 de la mañana, nuestro Salvador nos ofreció abrirnos el hall de un edificio para esperarle ahí (con calefacción, dicho sea de paso) mientras él seguía llamando y buscando el susodicho lugar.

Finalmente... el gimnasio apareció! Pero, las tarjetas llave que nos había dado no funcionaban, y la tarjeta del baño de Sabela tampoco. Pero vamos, para dormir, estar semiencerradas no suponía ningún problema.

Nuestro salvador nos acompañó dentro (después de flipar un poco al ver como flipábamos nosotras al ver un zorro a 5 metros) nos separó un colchón (el resto estaba ocupado por unas chicas adormiladas que probablemente se cagaron en todo lo cagable al llegar y montar semejante estruendo con las maletas) y se despidió, muy majo y divertido, pero sin nombre.

Lo que pasó hoy, día 9 ya es harina de otra entrada.


Marta.
Mientras Sabela revoloteando mientras limpia la habitación.

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