Para mi todo empezó en el instituto, cuando sólo quería ir a la universidad porque las clases empezaban en octubre.
Pero era mentira, bolonia llegó y nos aguó la fiesta a todos con sus clases magistrales, seminarios, tutorías y prácticas, de las cuales (en algunas asignaturas) la asistencia no era obligatoria pero si no ibas te ponían un cero, te podían decir que empezabas las prácticas el primer día de clase sin haber dado nada, la evaluación era continua pero nunca te evaluaban continuamente ya que sólo hacen un examen final, los profesores fomentan el PAT pero los tutores pasan de todo...
Desde el primer día de clase yo dije, en tercero me voy, y eso hago. Pero la duda estaba allí, no en si irme o no, sino en ¿cuándo?
Finalmente estaba estaba bastante claro.
Sin comerlo ni beberlo auguré la situación Europea (yo la pintaba más catastrofista, pero se le acerca bastante) aunque de aquella (ni ahora mismo) estaba demasiado puesta en temas económicos, pero la sombra de la desgracia estaba presente. Otra razón para no ir en cuarto eran mis ansias de conocimiento en todos los campos, y pensaréis "Jo, que suerte, le gusta todo" y diré "Mal, muy mal, cuando tu carrera cubre tantos campos especializarse en uno al final es prácticamente imprescindible, así que, cuando te gusta todo, tienes un problemilla, porque al llegar a cuarto, tienes todas esas fantásticas optativas pero sólo un número limitado de créditos para gastar en ellas".
Tras todo esto, y explicárselo a Fátima y a Sabela, les empezó a picar a ellas el gusanillo del erasmus también, pero sus decisiones son una historia para otro momento...
Marta.
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